martes, 9 de junio de 2009

UN MUNDO PARA MIS PIES


Era el amanecer de un Cali frío, los árboles apenas movían sus hojas al pasar el viento, sabía que enfrentaría algo que me iba a marcar por el resto de mi vida y, sin embargo, tenía la entereza de un gran luchador en el momento de la batalla. Los amigos que me habían acompañado la mayor parte de mis 22 años se marchaban por la idea forjada en los viernes univallunos entre marihuana, poesía y vino. Era una idea que nos atrevíamos a llamar nietzscheana, todo se resumía en una sencilla y bella frase: “justificar la existencia mediante un fenómeno estético”. Los libros nos mostraban lo loco que uno se puede volver sí se reprime así mismo por un imperativo moral o por un gobierno opresor. No puedo decir que nuestras mentes eran las más iluminadas sobre la faz de la tierra, pero comprendíamos muy bien el poema “entre las hijas del desierto”1 del gran ilustre pensador Nietzsche. No estábamos para formar un grupo selecto de intelectuales devoradores de libros, estábamos para vivir nuestras ideas, solo esperando a cambio el simple hecho de conocer. Pero yo, a diferencia de ellos, que habían tomado la decisión de de viajar por toda Latinoamérica con nada más en sus maletas que una guitarra, amor y mucho “espíritu”, aún no estaba muy convencido o no se le había presentado a mi alma el fenómeno estético que justificaría mi existencia. Ahora ya no están aquí y a pesar de haber forjado esa idea juntos, en el momento de tomar la decisión, dije: no voy. Noches en vela pasé tratando de enfrentarme a mi mismo, a mi forma de vivir, a las ideas que me había encontrado ¿Sólo hay un camino para vivir las ideas? ¿Sólo viajando por toda Latinoamérica justificaría mi existencia? ¿Cuál es el camino que debo crear? ¡¿Cuál es mi idea?! Al final todas esas preguntas se reunieron en una que al pasar por mi mente estremeció mi espíritu..... ¿Qué quiero?

En la canción “natural mystic” había escuchado que todo en el mundo se mueve bajo una mística natural y que si le preguntaban a Marley ¿cómo era esa mística natural? él iba a responder: “yo no sé”. No puedo creer que todo funcione de esa forma y que uno sea como una hoja al viento que se mueve sin voluntad, sin saber dónde va a parar, sin saber qué es, sin saber qué quiere. Las palabras están hechas para poder que la humanidad se comunique, y si les prestamos un poco más de atención podemos ver como cada quien percibe el mundo. De la mística natural que hablaba Marley solo puedo decir que es muy posible si entramos en un mundo dionisiaco y olvidamos todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Ahí solo soy yo y el placer. No sé si estoy en lo cierto, si entiendo al gran representante de la música Reggae, pero eso que él plantea sólo funciona en un mundo donde reina el amor, y éste se encuentra lleno de odios, cristianismo y mucha falta de pensamiento.

Soy yo en medio de una realidad que puedo percibir, sentir, experimentar, olvidar, desaparecer, mezclar, y también cambiar. Cada individuo en cada acción que realiza aprende de eso que está haciendo, así no lo quiera ó ni se de por enterado, y adquiere de ello unas gafas que le permiten ver el mundo de acuerdo a sus experiencias. El mundo es un universo sin fin de posibilidades en cada mente humana. Pero el problema no es el mundo ni las posibilidades, sino que hacer con ellas y sus relaciones.

Cuando Zarathustra bajó de la montaña hacia el pueblo a comunicarles a todos lo que había encontrado, todos, lo tildaron de loco y de no saber lo que decía. Cuando Zarathustra bajó de la montaña su espíritu había cambiado. La forma de comunicarse con la realidad ya no era la misma, allá trataba con árboles, animales, y consigo mismo; cuando bajó al pueblo sólo trataba con oídos que no estaban preparados para esas palabras, ahí los humanos ya habían creado la verdad y seguían la idea que se escondía detrás de las estrellas. No era que Zarathustra estuviera loco, ni que le faltara sapiencia para saber lo que decía, lo que ocurría era que su lenguaje, su forma de comunicarse, había cambiado.

Tal vez Marley apunta a caminos no recorridos aún por mis pies o por mi mente, y razón tenga al decir que todo se mueve bajo una mística natural que flota en el viento y que solo hay que buscar. Tal vez Zarathustra cuando subió a la montaña, llevando sus cenizas a cuestas, para crearse así mismo, se olvidó de los demás. ¿Y quienes son los demás? Me pregunta el viento, y yo le respondo: los que me permiten conocer las diferentes formas de experimentar la vida ¿y tu vida? Eso es algo que se debe construir con los demás. Cada humano experimenta, no importa cómo, no importa que ni siquiera sepa el significado de su experiencia, simplemente su cuerpo recibe un estimulo que entra en su cabeza y moldea las gafas por las cuales ve el mundo. Pero yo no quiero existir de una forma simple, quiero vivir.

Gran parte de mi vida la he gastado en pensar cómo vivir, pero pocas veces mis pies han surcado las montañas que rodean a Cali. ¡Odio los mártires que se quejan todo el tiempo de su mediocridad y no hacen nada para superarla! Podría ser que yo fuera un mártir y que el vivir pensando sea el pretexto perfecto para huir de mis propias ideas, pero no creo que sea así. Las ideas innatas no existen, nadie vino al mundo aprendido. Todo, absolutamente todo se construye por diferentes fuerzas que se mezclan entre sí. Mi vida es una creación que se fundamenta en la construcción del “yo quiero”. Pero ¿qué quiero? ¿Quiero vivir pensando? A decir verdad quiero vivir haciendo, ayudando a construir una sociedad donde quepamos todos. Soy bueno para pensar, para leer, un poco para escribir, y con muchas ganas de proponer. Cuando lo compañeros de vino y poesía se fueron, entendí que no busco la aventura de atravesar el mundo con mis pies; sino crear un mundo para mis pies.

1 Ditirambos de Dionisios (Nietzsche)

DEL MIEDO




Soy yo Pablo, uno de los tantos de mi mismo, el que se sienta a pensar y se encuentra en los disimiles mundos que atraviesan el alma, el que se enfrenta a si mismo y se convence de los lineamientos surgidos del absolutismo-irónico, de los imperativos catalogados cívicamente, de las formas comunes de caminar por la calle.... en fin, el que me vuelve un ser capitalmente social.

Hay siempre que tener miedo, la oscuridad del mundo nos lo grita en cada esquina, en cada valle, en cada montaña, en cada océano. No podemos comprender el mundo, el lenguaje intrepreta signos, si, pero no los puede controlar; por lo tanto, es necesario buscar la verdad que da la certeza de lo que se sabe para encontrar la luz. Alejaos de ese mundo oscuro, de esas sombras, como decía el pagano Platón, y encontrad en vos la idea inmaculada que le da orden al caos presentado en la physis.

Al entender que las tinieblas acongojan nuestro espíritu y ensordecen nuestros oídos, es necesario poner de manifiesto cómo podemos encontrar la iluminación, y tan sólo, nos lo advierte San Agustín, gran lector de Platón e iluminado por la divina providencia, es posible por medio de la Gracia Divina, aunque hay que tener claro la procedencia de ese toque celestial para no caer en las garras del maligno, príncipe de los embaucadores, y hundirnos en el infierno. Es primordial guiar nuestro espíritu por medio de la Palabra Sagrada para encontrar al único y verdadero Dios.... Jehova, Gran misericordioso ser necesario, motor de toda vida, de toda sociedad, de todo orden , de toda paz; quien en su magnánima voluntad ofreció a su único hijo para librarnos de nuestros pecados y encontrar en Él el camino hacia la verdad. no debemos olvidar el pasaje bíblico que reza: “ pero al contrario, ésta misma paciencia con que es tolerado el pecador, aunque peque cien veces, me han hecho conocer a mi que serán dichosos aquellos que temen a Dios y respetan su majestad” 1. Por lo tanto, si queremos encontrar la gracia de Dios es necesario temerle, por que de lo contrario, mil maldiciones caerán sobre nosotros y seremos la creación más desgraciada.

El espíritu iluminado, hincado por el temor hacia Dios, encuentra la sabiduría y olvida el conocimiento del bien y el mal, arrojándose a la infinita misericordia del señor, encontrándose así mismo, cual espejo a los ojos, penetrando en la santidad y convirtiéndose en pastor de las ovejas descarriadas que aún se encuentran en medio de la oscuridad; el fango les a tapado, a éstos últimos, sus ojos y oídos, alejándolos del conocimiento divino e impidiendoles ver el camino de la gracia del señor. Es impajaritable librarse del mundo, de nuestros huesos, nuestras lujurias, nuestros deseos, para encontrar en Dios la paz que tanto falta nos hace y hacer que este globo terráqueo se vuelva luz, porque los pecadores han traído el demonio a vivir en sus moradas.

No soy yo gran benefactor de la guerra, por que Dios es amor y misericordia, y yo gran seguidor de Su Palabra, sin embargo, guiados por el señor libraremos batallas, batallas de cambio, batallas que serán libradas dentro de nosotros, con los otros y entre nosotros, porque no se debe olvidar que el maligno está siempre al acecho, aguardando cualquier flaqueza de espíritu para llenar nuestra mente de ideas adversas, ideas oscuras, que harán caer nuestra espada y debilitarán nuestro escudo. Los ejércitos del señor están siendo llamados, y mucho más en este país, donde hay que acabar a los terroristas que en sus ideas maquinadas por los mas oscuros demonios quieren acabar con el orden y la paz de los buenos ciudadanos; “Auxmer cytoian”2, como decían los franceses, al mando de Juana de Arco, portadora constante de su biblia, guiada por el espíritu del señor, repleta de fe en cada poro de su cuerpo y convencida de la palabra de Dios.

Nosotros somos los elegidos, los que han merecido la gracia de Dios, los que en el campo de batalla no flaquearán por que el espíritu santo llena nuestros cuerpos y da fuerza a la empuñadura de nuestras armas, cómo decía antes: no soy yo gran benefactor de la guerra, pero es necesaria, los argumentos en oídos tapados no funcionan y los actos en ojos ciegos pasan desapercibidos, el dialogo no es funcional, el señor me lo ha revelado, es imposible. Y si no es posible convencerlos de mis palabras veamos la historia, siempre en todos lados la guerra ha cambiado el curso de la humanidad. Ésto no es una guerra de clases, como piensan los ateos, ésto es una guerra entre la luz y la oscuridad, por lo tanto, es nuestro deber, como iluminados que somos, acabar con ese monopolio de fango, con esa maquinación de la oscuridad.

Se que es difícil comprender la imposibilidad del lenguaje, pero es una realidad. El mundo se comunica por medio de los signos ambulantes en cada mente, generados por las diferentes experiencias que se tienen en la vida, pero cada construcción de lo real cambia de acuerdo a nuestra cercanía con Dios; entre más cercanos estemos a Él mejor nos comunicaremos entre nosotros, porque nos hemos librado de toda sensación perteneciente al cuerpo, desviadora de toda idea celestial, creadora de máximas mundanas manipuladas por los sentidos, siendo nosotros los esclavos amantes de nuestras propias cadenas, dejando como ripio la oscuridad en nuestras mentes. Lo vimos con el pagano Platón, elegido de Dios en su infinita voluntad, en la era de la oscuridad, para mostrarnos que nuestros ojos sólo ven sombras que deben ser derrocadas por la luz, desenterrando el camino de la verdad.

Es así entonces que el miedo llena el espíritu de valentía, alejándonos del enemigo y enfrentándonos a nosotros mismos, permitiendo la comunicación, amada buena nueva que rompe barreras impuestas por una gran cadena negra, guiadora al fondo de la caverna, lugar donde ya no hay regreso. La libertad sólo es para los valientes y el ver sólo es posible para aquellos que no tienen fango en sus ojos.

SENTÍ DOLOR PERO NADIE ME VIÓ ENVUELTO EN LLANTO




No soy yo un gran ilustrado, ni tampoco un iluminado del señor, sin embargo, soy consciente por medio de la experiencia de lo importante que es la libre manifestación de las diferentes formas de nuestros sentimientos. El dolor, tanto físico como emocional, es algo que a lo largo de mi vida le he huido cual cucaracha a la luz, sin embargo, hay momentos en los que es imposible hallar un agujero por donde salir corriendo. La muerte de mi abuela tras haber padecido tres meses en una cama a causa de la operación de una afección cardíaca, enmudeció mis sentidos dejándome perplejo. Los diferentes pensamientos que atraviesan el alma cesaron de improvisto de inquietar mi espíritu, no sabia que sentir. La última vez que recuerdo la muerte de alguien era la de mi gata, trágicamente arrollada por un carro, pero el sentimiento o ensordecimiento presentado en aquel entonces no tenia punto de comparación al presentado en esta etapa de mi vida. No era mi mascota, era mi primera madre, la que me recordaba en las heladas tardes de Manizales, con un chocolate caliente con pan, que me encontraba vivo. Había leído de otras muertes, también de hijos a los que se les moría su madre, pero eran lecturas a muy temprana edad y las veía muy lejos en las posibilidades de mi existencia. Las lágrimas no brotaban de mis ojos y mi familia comenzó a comentar a espaldas mías mi “insensibilidad” frente a la muerte de la persona que me había criado. No podía decirles que no sentía nada, es más, que pensamientos del asunto no traspasaban mi mente. Era yo, en medio de un mar de lágrimas derramadas por ellos, sin saber qué sentir, sin saber qué pensar, sin saber cómo actuar.
Me había enterado que al sur de Colombia, por Nariño, la gente en sus funerales no derramaba lágrimas de dolor, sino de alegría en medio de un gran jolgorio. El muerto no deja de existir, simplemente se libra de su cuerpo y va al más allá ¿a dónde? No lo sé, pero se va a algún lado a vivir y a ser feliz eternamente; es por eso que sus familiares festejan. La idea de gritar de felicidad por que mi abuela había muerto no me alentaba mucho, pues el vacío no me permitía saltar de emoción. ¿qué estaba sintiendo? ¿por qué no lloraba? ¿por qué no reía? ¿será que no soy humano y no tengo sentimientos? Eran preguntas que en el camino del duelo comenzaban a surgir de la nada.
Si era dolor lo que sentía, debía al menos saber cuál era su significado apartando a un lado el dolor físico, cómo el dejado al clavarse una puntilla en un dedo, caerse de un primer piso, golpearse la cara contra un poste , etc, etc, etc... aunque no quiero decir con esto último que es menos intenso que el dolor emocional. Los estados de tranquilidad, al menos en mi percepción, pueden alterarse ante diferentes situaciones a las que uno suele darles importancia. Evidentemente la muerte de mi abuela había turbado mis emociones, pero ¿será que lo sentido en ese momento era dolor? La verdad no lo creo, con el tiempo me fui dando cuenta que era algo totalmente diferente. El dolor es una construcción moral que se manifiesta o se expresa (vale aclarar que las expresiones no siempre son de igual forma) porque en la persona existe una molestia, un desagrado que genera un sentimiento de pesadumbre, al saber que se es impotente frente a la situación que lo afecta. Es posible confundir el dolor con la tristeza, pero son dos cosas, aunque parecidas, diferentes. La tristeza, por otro lado, es un estado de animo aún mas profundo, que se debate entre la negación y la aceptación de una situación desagradable, generando un vacío que “oscurece” el alma. Tal vez podría ser esto lo que sentía, sin embargo, mis lagrimales continuaban secos y mi alma turbada no tan “oscura”. Pero no siempre que se se siente dolor por algo o por alguien se llora, pensaba, empero, soy un ser social y el personaje Alexander, el nieto querido de la abuela, no se inmutaba y parecía estar contento por la situación.
Los sentimientos, imposibles de ver ante los ojos, mueven nuestra vida, surcan los infinitos pasillos de nuestra alma y confunden nuestros pensamientos cuándo no se tiene claro qué es lo que se siente. La falta de expresión o la forma no tan común de actuar frente al hecho le molestó a alguna parte de mis familiares, a las dos hermanas de mi abuela y a mi tía que venia del extranjero. No se cómo ellas habrán percibido mi actitud, sin embargo, el reclamo no se hizo esperar : ¿y es que usted no quería a su abuela?, dijo esther, la hermana menor. La pregunta me confundió aún más y engroso la lista de cuestionamientos que hasta la fecha surcaban mi mente. No podía ser que no quisiera a mi abuela, era imposible, sin embargo, era una pregunta que debía responder, no a ella, sino a mi mismo. Los tipos de afectos varían en las personas de acuerdo a la construcción de la forma de comunicación en una relación, ya sea amistosa, de pareja, de odio, en fin, todas las imaginables. Mi abuela me había criado, me había enseñado el lenguaje y había construido una forma particular de comunicarse conmigo, tanto así que antes de yo comentarle un problema mio, ella ya lo tenia resuelto. No podía ser que no la quisiera, la unión en nuestras formas de comunicación no lo permitían, por el contrario, el saber que alguien me escuchaba me hacia sentir feliz y la hacia sentir a ella satisfecha. El espíritu extrañado de Esther, con un poco malignidad en su objetivo, me había hecho entender que mi dolor ya había pasado y que el alivio era lo que llenaba mi espíritu en ese preciso momento.
Aunque en todos los lugares del mundo las costumbres hacen que las personas actúen de una forma u otra, yo por mi parte podía decir que las experiencias al enfrentar mis sentimientos eran propias. No puedo creer que las personas que habitan el mundo entero sean sabios innatos y sepan que es lo que sienten en cada momento de su existencia. Es difícil conocerse a uno mismo, y dar cuenta así mismo de lo que se siente, es aún más complicado. No sé si mis familiares sabían por qué actuaban cómo actuaban y si sus lagrimales destilaban agua porque querían parecer normales o por que sentían un vacío parecido al que a mi alma aquejaba.
Si, mi dolor, mi sufrimiento, había pasado ya. El sufrimiento de la mujer que me había acompañado toda mi vida había excitado mi espíritu y me había hecho impotente ante la situación. No soy doctor, no soy enfermero, ni mucho menos un cirujano, no podía ayudar en nada. Una vez entré a la sala de cuidados intensivos, su cuerpo hinchado, a punto de reventar, los brazos morados de los piquetes de las agujas que le inyectaban sedantes para no sentir el insufrible dolor de tener un tubo en la boca que no le permitía hablar, y lo más triste unos ojos que al sentir mi presencia abrieron sus parpados dejándome ver sus pupilas, con un iris grisáceo, para gritarme que no soportaba más, que era imposible seguir cargando esa cruz y que por favor me fuera por que ella sabia que mi sensibilidad no podía soportar un segundo más en ese espantoso lugar. ella era consiente que era algo que tenia que enfrentar sola. Ahí si puedo decir que sentí dolor, pero nadie me vio envuelto en llanto. Era yo conmigo mismo, con mis ideas y mis sentimientos, totalmente turbado, acongojado. Lo único que le pude decir a mi madre al salir, fue : no quiero volver a entrar allá, vámonos.
La razón, esa espantosa amiga que nos enfrenta a nosotros mismos y nos golpea con fundamentos entendibles, estaba ahora en el funeral acompañándome, y permitiéndome vislumbrar las diferentes formas de las expresiones de los sentimientos humanos. No todos estaban llorando (no se debe entender esto como si el llanto necesariamente es una expresión de dolor). había gente que ni siquiera conocía a la muerta. Había gente que ni siquiera yo conocía. Se había abierto el gran circo, todos pasaban a ver el cuerpo inerme de una de las personas más importantes de mi vida, como si fuera una pieza de museo. Era necesario gritar que nadie a excepción de la familia y los amigos cercanos a ella debían estar ahí. Es un ritual, es la última despedida de la representación material de mi abuela. Las formas sociales que deja la costumbre a veces huelen feo, a cumplimiento de un deber, a la hipocresía de la mascara que se tiene que presentar ante el medio social, a la decadencia de la humanidad que se niega así misma para convertirse en un monstruo alineado. A veces no somos nosotros, somos otros que actúan como si fuéramos nosotros. Es bastante entendible, el presentar el yo ante la sociedad, sin saber lo qué es, es volverse un ser vulnerable al que todos pueden atacar de una u otra forma. Cómo dije al principio no soy yo un gran ilustrado, ni tampoco un iluminado del señor, tal sólo trato de ver cómo enfrentarme a mi mismo, a mi razón, a mis sentimientos y a mis mascaras. Las posibilidades de las expresiones de nuestros sentimientos tienen un sin fin de caminos por donde brotar. El problema no está tanto en las costumbres impuestas por la historia, el problema está en poder dar cuenta de lo que se siente, a uno mismo, entendiendo el fundamento de su sentir y lo que significa en su medio social.
Lo único que dejan los juicios de lo bueno y lo malo, de lo que se debe hacer y lo que no, es dar muestra de la imposibilidad de comunicación entre un humano y otro, y dentro del individuo mismo. Cada individuo ante sí mismo, si puede dar cuenta de sus acciones y entender el por qué de los sentires que los llevan a ellos no es ni bueno ni malo, sino que simplemente es. La responsabilidad y el coraje de ponerlos de manifiesto ante sus semejantes es algo que se despierta cuando se tiene claro qué es lo que se está sintiendo.

martes, 26 de mayo de 2009

UN VALLE LLENO DE MONTAÑAS



Estoy en medio de un valle lleno de montañas, miles de árboles excitan mi pupila, la brújula está rota y mis enceres están a punto de acabarse. Hace varios días que me encuentro perdido en los farallones de Cali. Y rondaba por mi cabeza la idea de alejarme de la ciudad para encontrarme a mi mismo, uno no siempre logra lo que piensa. A lo mejor el fin era encontrarme perdido aquí en medio de la nada para aprenderlo todo, y sin embargo, terminé perdiendo el camino devuelta a casa. La desesperación a comenzado a atormentar mi cabeza, y mi estómago, cual antropófago, empieza a devorar mi propio cuerpo. Nadie más idóneo para escribir un texto acerca de la vida que alguien que está a punto de enfrentar a la muerte -esa más tierna e intima amiga de la vida, esa adorable loca, como dice Baudealire-. Quise dejar escrito con mi sangre, en unas cuantas hojas que traía en la maleta, todos los cuentos con los que me había encontrado en la existencia. No se si alguien entenderá estos versos algún día, ni se si alguien leerá estas letras un día; a decir verdad eso carece de importancia, pero de lo que si estoy seguro, es que esto fue lo que vine a hacer aquí.


Soy yo Altazor el doble de mi mismo

El que se mira obrar y se ríe del otro frente a frente

El que cayó de las alturas de su estrella

Y viajó veinticinco años

Colgado del paracaídas de sus propios prejuicios

Soy yo Altazor el del ansía infinita

Del hambre eterno y descorazonado

Carne labrada por arados de angustia

¿Cómo podré dormir mientras haya adentro tierras des-

conocidas?1

Es difícil entender las palabras de Huidobro, y se hace mucho más complejo cuando tu cabeza está llena de cultos citadinos, sin embargo, siempre hay una luz oscura, esa que frecuentemente atormenta a los sabios, a los locos y a los poetas. No soy yo sabio, ni loco, ni poeta, pero ahora esa luz llama a mi puerta; de una manera tan fuerte que ha reventado mis oídos y ha devanado mis sesos. Pocos tienen la oportunidad de leer, muy pocos tienen la oportunidad de saber lo que leen, y casi nadie tiene el coraje suficiente de enfrentar sus demonios para entender lo que están leyendo. Las palabras de Huidobro me gritaban al alma ¡¿cuál es el hujueputa miedo?! Constantemente uno en la vida le tiene miedo a algo, y el cristianismo se aprovecha de eso para producir (porque no hay que negarles que tienen un gran negocio) bolas de cristal, esas que guardan a toda la “humanidad” en su interior. Nací en una era donde el cristianismo cambiaba y se ponía a los pies del pueblo, se convertía en algo vulgar. Dios ya no era ese papá regañón, es tu amigo, ese que nunca te da la espalda. ¡Nihilistas, nihilistas mediocres! Si supieran de donde viene el protestantismo y entendieran algo de lo que ellos llaman “la palabra de Dios! hace rato hubieran quemado su neo-iglesia. Si querían salir del culo no lo tenían que hacer tomando un tren de mierda. No hay una comunicación, no hay una forma posible de enfrentarnos a los otros. Hay un discurso que domina las ovejas. Parece que siempre queremos que nos lleven de la mano, que nos digan que es lo que queremos y cuál es la “misión” que hay que enfrentar en nuestra vida; porque la verdad mis pies están clavados en la selva de cemento y mi cabeza está en el paraíso. Estoy en un valle lleno de montañas en medio de la ciudad. Las palabras que antaño se utilizaban para entender el mundo de cada quien, ahora nos ahorcan y nos llevan a un progreso suicida. Hace cien años alguien dijo que Dios había muerto, sin embargo, aún quedan rastros de un cuerpo que se descompone. Si, el progreso del rebaño fue un fracaso, y estúpidas nosotras las ovejas que nos comimos el cuento progresista.

Yo no tengo la verdad absoluta, y a decir verdad, la verdad ya es muy poco creíble. Tengo un cuerpo con miles de ojos para ver y una conciencia para pensar. Un día nadando en una mar de letras me encontré con los ditirambos de un dionisio, arribando a un sitio que le sirvió de aposento durante algún tiempo ocupado en aquel entonces por algunos de sus semejantes. Pero cuando su espíritu le dijo que debía irse, pero cuando su espíritu le gritaba que debía irse, las personas que allí habitaban lo habían endiosado y lo habían convertido en un Mesías. El hombre indignado al ver que su mensaje se extinguía entre las palabras, no le quedó de otra que ser contundente y vociferar: “no olvides hombre, sondeada la lascivia: tú – eres la piedra, el desierto, eres la muerte...”2 cada quien es el culpable de sus propias cadenas, y aunque sabe que lo atan, las besa y las adora. Para ellos sólo tengo que decir: pobres deidades que el discurso pastorifero les ha arrebatado su posibilidad de vivir.

Existen miles de formas de apropiarse de la vida y aunque hay muchas vidas que se encuentran muertas, coloquialmente, a estas últimas se les dice que también existen; todos existen. La mayoría de la gente vive soñando, sólo necesitan una respuesta para despertar de ese letargo eterno. Sólo una respuesta. Es entonces que se forman las millares de experiencias, teorías, sueños, expectativas, probabilidades, etc, etc, etc. Me quedaría yo aquí siempre, por toda la eternidad, tratando de formar una masa gigante con todo lo que se inventan los humanos. Sin embargo, en este mundo tan poco complejo de locos y de cuerdos, de ángeles y demonios, de buenos y malos; en este mundo donde todo es posible, y le da cabida a muy poco, yo solo podría decir que existe lo pensable y lo impensable. Los seres humanos al parecer les gusta más lo impensable, porque de antemano ya se han quitado la “carga insoportable” de sentarse a meditar un buen rato y encontrar cosas en ellos mismos que probablemente no son de su agrado(¿o será del agrado de su pastor?). Ya ni siquiera es posible comunicarse consigo mismo, y los pensamientos se han cambiado por caminos de verdad. Lo pensable por otro lado ha ido más allá de nuestras propias expectativas y ha generado un metalenguaje, uno que al parecer es impensable y que su utilización probablemente es absurda.

Una vez un tipo enjaulado en una cárcel despotricaba de todo el mundo, todos eran culpables de su estado actual: los homosexuales que había golpeado, el juez que había tomado un veredicto, la abogada que no había logrado su absolución, en fin, todos debían pagar porque él así lo deseaba. Pobre imbécil, como si los ratones se crearan en los trapos viejos por un efecto mágico. Sin embargo, es un humano o al menos lo parece (eso depende de cuan productivo sea), y la cárcel, el modelo mas eficaz de poner a trabajar a los muertos, le da una oportunidad de seguir “viviendo”; así sea la escoria más asquerosa que haya parido esta tierra. Si soy un poco soez no espero que me disculpen por que las palabras están hechas para quien las pueda entender.

Ya no hay que pensar en nada y si esperaban una montaña más que escalar para ser mejores personas, delirantes se quedarán en su valle por que los caminos de la verdad ya se están acabando.


lunes, 11 de mayo de 2009

DE LA MODESTIA Y LA INMODESTIA


Soy una de las pocas personas que aún estando en un medio lleno de creencias ciegas sé por qué doy credibilidad a mis ideas, o por lo menos eso creo. La verdad y la certeza son un invento funcional dentro de una sociedad, que permite una dominación de unos sobre otros. Mi ensayo no tiene como fin ni la verdad, ni la certeza, pero su funcionalidad me permite poner de manifiesto todas las posibles formas de interacción intelectual y física entre individuos. La modestia y la inmodestia, que son el tema del que vengo a hablar, ha enmarcado a más de una persona en “victima y victimario” a causa de un sentimiento de inferioridad por los comentarios un poco egocéntricos de un individuo hacia sus semejantes. Sin embargo, dejo en claro que el sentimiento de inferioridad generado por la imposición de un razonamiento que al parecer es superior al mío, más allá de ser estúpido, nos deja ver la impotencia en el momento de entender las ideas propias. Muchos son los que viven lamentándose , vociferando improperios al viento, a la divina providencia o cualquier otro ser de la imposibilidad de llevar a cabo sus deseos, pasiones, metas, etc.; pero muy pocas veces se dan cuenta que el problema radica en ellos mismos.

Cuando Odiseo y sus compañeros de viaje quedaron presos en la caverna de Polifemo esperando la muerte a manos del cíclope, tenían dos posibles opciones: resignarse y morir o hallar la forma de librarse de tan trágico destino. La inventiva incontrolable del gran surcador del Ponto, Odiseo, con su gran espíritu viviente pudo librarlos a todos de la muerte. Pero eso no quiere decir que fuera modesto o inmodesto, ese calificativo se le da a una de las tantas actitudes de una persona frente a la exposición de sus conocimientos o actos; pero ojo algunas veces parecer ser modesto o inmodesto, según sea el caso, puede usarse como una gran argucia retórica de alguien quien pretende imponer sus ideas a los demás. Lo podemos ver cuando Sócrates expuesto por Platón, en el Górgias y en muchos de sus otros textos, se hace pasar constantemente por un ignorante cuando sus ideas estaban muy bien construidas. Cuando Odiseo liberó a sus amigos de las garras de Polifemo su actitud fue la del gran héroe narrado en la Odisea, es decir, sí, los liberó porque halló la forma de hacerlo, sin embargo, cualquiera pudo haberlo hecho.

El problema de la modestia y la inmodestia no radica en el hecho mismo de expresar lo que conozco haciendo participes a los demás de mis ideas o acciones, simplemente se limita a la forma cómo se dice, y al efecto sentimental que genera exponer ideas que difícilmente pueden ser refutadas. Comúnmente en varios textos, escritos por eruditos, se ve la inmodestia como una actitud de superioridad frente a los demás, es decir, cómo una arrogancia; sin embargo, buscan la fiebre en las cobijas, pues el calificativo, de modesto o inmodesto es dado por quien(es) es(son) el destinatario(s) de mi expresión; una persona al exponer sus ideas o experiencias nunca se da cuenta si es modesto o inmodesto. Empero, existen muchas personas embaucadoras que dicen saber algo, pero que dentro de su ser tienen la total certeza que lo ignoran, y también otras que adornan sus palabras para que parezcan ser más grandes de lo que son. A los primeros los llamo: mentiros, y estúpido es aquel quien da crédito a uno de estos; A los segundos los llamo ilusionistas, y son quienes forjan sus fundamentos en el aire o en su defecto en falacias. Una persona es modesta no porque se guarde de exponer sus ideas y conocimientos a los demás, sino que la forma cómo lo diga afecte de una manera negativa a sus semejantes, es decir, que sus palabras no les haga sentirse inferiores. Por lo tanto, el poder expresar una idea o un hecho basándose en argumentaciones o circunstancias no me hace un alardeador o un ente silencioso.

Ludwing Van Beethoven tenía la certeza de ser una de los grandes músicos de la historia y se lo comunicaba a sus semejantes. Muchos de ellos pudieron calificarlo de inmodesto, pero en el momento de escuchar su excelentísima música se percataban que en las palabras no cabe el orgullo intelectual y visceral que significaba ser él. ¡Al carajo con los problemas de autoestima de cada quien! El exponer las ideas no hace a nadie ni más, ni menos persona. Todos en el momento de una conversación, constantemente hacen ejercicios de raciocinio, de ideas que van y vienen de una mente a otra; si alguien no tiene la capacidad suficiente para debatir; y se siente inferior con eso, el problema no es del orador, sino del interlocutor y su mediocridad para hablar.

La modestia y la inmodestia, entonces, son calificativos que surgen a raíz de un sentimiento de impotencia al no poder defender mis ideas o mis acciones frente a otros. Muchos confunden la inmodestia con la arrogancia, pero, ésta última, solo surge cuando el dialogo se vuelve un discurso retórico y se pierde ese reconocimiento mutuo que nos permite escucharnos. Lo que pretendían Beethoven y Odiseo, en sus vidas, no era ganar una competencia a muerte para demostrar su superioridad frente a los demás, sino hacer las cosas de la mejor forma posible para entender así su mundo y poder expresarlo.